ESTACIÓN ZOMBIE
(Yeon Sang-ho, Corea del sur, 2016)
Estación zombie es predecible. Muy predecible. Sin duda que estamos frente a una película que no es la gran cosa, y que le debe su éxito a la industria. El marketing y las influencias hacen magia, como lograr que haya sido la más vista en Corea del Sur.
Estación zombie (Train to Busan), el nuevo film de Yeon Sang-ho , ha sido toda una revelación en el escenario internacional: hizo ruido en el Festival de Cannes y hasta la fecha es la película más vista y taquillera de Corea del Sur. Con semejante currículo se hace obligatoria. La vimos, y esto es lo que podemos decir.
Al poco andar, llegan los problemas: el contagio comienza a expandirse rapidamente hacia primera clase. Quienes antes fueron pasajeros y tripulantes, ahora son zombies. ¡Y buscan sangre!
La gran premisa argumental es una pregunta: ¿Qué hacer ante una situación así? Salvarse el pellejo o sacrificarse -de ser necesario- por un bien mayor.
Zombies coreanos
La propuesta del director no es muy original: una horda de zombies (que se mueve como un cardumen), hambrientos, tontos, dislocados y con cataratas. Nada nuevo. Son sumamente contagiosos y la transformación es inmediata. ¿Zombies convencionales? Sin duda.
Lo bueno: si hay algo que destacar en Estación zombie, es lo astuto e inteligente del actuar de los personajes. Como buenos coreanos, siempre intentando demostrar lo útil de su tecnología como herramientas para salvarse. Hablamos en especial de sus súper celulares. Este recurso no es primera vez que lo veo, por ejemplo, en I saw the devil el uso de la tecnología viene de la mano de un GPS-supositorio.
También la locación en sí. Claustrofóbica, a toda velocidad y unidireccional. ¡Un acierto en el relato!