UNLUCKY MONKEY
(Sabu, Japón, 1998)
¿Y qué pasaría si un día te sonríe cayéndote en los brazos un bolso lleno de dinero? Unlucky Monkey desarrolla a partir de un golpe de suerte, un verdadero día para olvidar.
Unlucky Monkey entrelaza dos historias, dos malos entendidos, y una serie de bizarrísimas situaciones. Por un lado está Yamazaki, un ingenuo y torpe ladrón de bancos; por el otro, una banda yakuza a la que todo le sale mal. Y claro… el bolso.
La historia en sí es interesante, y si bien arranca con fuerza, Unlucky Monkey se toma su tiempo para ir ahondando en ambas. Dicen que el que mucho abarca poco aprieta. Y a veces da esa sensación, sin embargo sabe recuperarse y narrar una historia entretenida y original, que solo a ratos tropieza y se pone coja, pero que en general camina muy bien.
Como buena película japonesa es inevitable que por momentos desconcierte. En ello no hay nada extraño y por lo demás ahí radica el sello japonés.
Lo más digno de destacar es el tratamiento narrativo que le da Sabu. Porque Sabu es un genio al momento de estructurar el ritmo. Música bien escogida, planos intrépidos, fugaces, de gran belleza. Fulminantes a la hora de poner énfasis en lo que busca destacar. Sabu se maneja muy bien ensamblando escenas. Lo demuestra una vez más. Y no cabe a discusión que su principal talento como director recae precisamente en ello: en su forma de montar.
Unlucky Monkey es una historia entretenida y con una fuerte carga psicológica que recuerda al cuento «El corazón delator» de Edgar Allan Poe, aunque claro… sin ese toque gótico; ¡todo lo contrario!, Unlucky Monkey es humor negro en su máximo esplendor.Desarrollar humor negro en base a la angustia y al remordimiento es una proeza, y que predomine lo cómico ante todo hace de Unlucky Monkey una película singular.
Si bien no es de las mejores cartas de presentación para adentrarse en el cine de Sabu, Unlucky Monkey cumple con entretener. Y no es la mejor, en parte, porque no consigue terminar con la intensidad demostrada a lo largo de la película. Queda la sensación que optó por el desenlace fácil. He ahí su pecado.