SOLEDADES CRUZADAS BAJO EL NEÓN

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Fallen Angels es de ese tipo de exquisitas películas que te transportan a latitudes impensadas. Te hacen creer que has estado miles de veces en esas calles y que a ratos ciertas escenas tienen demasiado olor a nicotina.

En Fallen Angels se transmite un ambiente repugnante. De lugares turbios con murallas que transpiran grasa y mafiosos que se reúnen a jugar Mahjong esperando ser interrumpidos por un loco disparando a quemarropa.

Es aquí, en los bajos fondos de la ex-colonia británica, en donde Wong Kar-Wai desarrolla sus historias. La primera, un asesino a sueldo sin carácter que sigue los encargos de una mujer a la cual no conoce personalmente. Lo genial de este personaje es que no cae en el burdo estereotipo del sicario sádico. Éste mantiene las apariencias y resulta hasta agradable; la mujer (Michelle Reis) resulta ser una suerte de famme fatale que encuentra en su incógnito socio, su complemento a la soledad.

La segunda es realmente irritante. Recae en un hombre algo oligofrénico que vive con su padre, poseedor de comportamientos muy extraños, que no habla y que comparte demasiado sus pensamientos. A estas historias se suman más personajes interesantes que funcionan como conectores entre ambas historias.

Fallen Angels gira en torno a la temática de la Soledad. He aquí la parafina argumental que permite el desenvolvimiento de cada uno de sus personajes (que son en definitiva seres anónimos sin nombres ni apodos que deambulan por la noche) y de cómo salir de ésta cuando solo se respira penumbra y desolación en una ciudad que no conoce límites y cuando además no hay nada muy alentador bajo las luces de neón.

La apuesta visual en esta película es un lujo solo apreciable en el cine de Raúl Ruiz, y no tan sólo por lo atrapante y que invita a la contemplación, sino además por ese toque elegante que lleva a los sentidos a proyectarse y envolverse uno dentro de otro construyendo el motor mismo de la acción: una atmósfera sombría y que no descansa. De ese Hong Kong acelerado, nauseabundo, que no conoce la luz del día. Un Hong Kong de neón.

Acerca del autor

Crítico de cine y fanático de la comida china. En búsqueda de la mejor película asiática mientras devoro wantanes (porque, sinceramente, son mucho mejores que las gyosas y los arrollados primavera).

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