EL NIÑO Y LA BESTIA
(Mamoru Hosoda, Japón, 2015)
El niño y la bestia viene a ser otra de las tantas películas de animación japonesa en donde un niño se pierde en un mundo fantástico. Hayao Miyazaki ya lo hizo con El viaje de Chihiro hace más de una década. Entonces, ¿hay novedad en esta historia? La respuesta es sí.
Mamoru Hosoda nos deleita con una película que viene más que a ahondar en la fantasía misma de la historia, El niño y la bestia pone su interés en temas propiamente filosóficos acerca de conceptos como identidad, aprendizaje y autorrealización; disfrazadas con gran genialidad y humor como una simpática propuesta visual que le da cierto aire de fábula al contar con animales antropomórficos quienes son, en definitiva, ese mundo fantástico.
Y aquí el chiste (o mejor dicho lo simbólico): A los animales solemos considerarlos nobles, puros, sensibles… mientras que a los humanos nos gusta etiquetarlos como perversos. Tal como dijo Thomas Hobbes: «el hombre es el lobo del hombre» Somos malos por naturaleza. ¿O no?
Lo que El niño y la bestia consigue es ser precisamente eso: una cátedra para niños (y no tan niños) de lo que significa crecer en el sentido filosófico de la palabra.
La historia es simpática, cómica. pero queda mutilada. Da grandes saltos que atentan contra la buena digestión de esta y te llevan a preguntarte una y otra vez: ¿qué pasó?. Ocurre en reiteradas ocasiones. Y ahí el problema. Se desgasta y vuelve antojadiza.